domenica 19 ottobre 2014

Memín Pinguín



Hoy, leyendo el periódico La Jornada, me encontré con un artículo sobre la poblaciòn afromexicana, y una parte de este artìculo lo dedica a Memín Pinguín, y súbito me recordé de esa tarde poblana:

El verano pasado en julio a mi llegada a México, pasé unos días de vacaciones en Cuernavaca y Puebla, con mis hermanas Lauris y Natalia y mi hija Laura.
Una tarde en Puebla después de haber recorrido todo el bellisimo centro histórico, haber comido el mole poblano y los deliciosos chiles en nogada, nos sentamos a descansar en una banca en el Barrio del Artista.
Esta calle cerrada al trafico, es un pequeño oasis lleno de fasinación, donde se encuentran muchos talleres de pintores y escultores, algunos de ellos realmente extraordinarios. Mientras estabamos sentadas ahí, disfrutando del agradable clima poblano, y del ambiente bastante bohemio, se nos acercó un señor con un títere que representaba Memín Pinguín, nos ofreció ver bailar y cantar al negrito de los cuentos de Yolanda Vargas Dulché. El negrito cantaba puras canciones de Juan Gabriel, esto nos divirtió mucho y al mismo tiempo nos transportó con los recuerdos al pasado, cuando de niñas disfrutabamos mucho leyendo semanalmente las aventuras de Memín Pinguín y de su querida mamá Eufrosina, amadisima, no obstante que él recibiera siempre como castigo por sus travesuras, buenas nalgadas de “tabla con clavo”.


Aquí les adjunto parte del artículo de La Jornada, proprio un “copia y pega” y unas fotos del títere del negrito de Puebla, estas fotos son cortesía de mi hermana Natalia.


foto de Natalia



foto de Natalia


 Memín Pingüín. En un país racista la negritud es handicap y la “gente de color” tiene que hacer un esfuerzo adicional para ganarse el derecho de alinear con los demás, a pesar de… El negrito poeta se reivindica por llevado, socarrón y certero epigramista, mientras que los méritos legitimadores de Memín Pingüín son la ingenuidad, la empalagosa ternura y –por sobre todo- un enorme Edipo.
La cultura industrial-popular es por definición mimética y en el siglo XX sus modelos fueron los estadounidenses, de modo que es ahí y no en el humus patrio donde primero hay que buscar los orígenes de una historieta hecha en México.
Almas de niño, que así se llamó inicialmente la serie protagonizada por Memín, empieza a publicarse en 1944 en la revista Pepín, escrita por Yolanda Vargas Dulché y dibujada por Alberto Cabrera. Por esos años se editaba en Estados Unidos el cómic Our Gang, realizado por Walt Kelly, que a su vez rendía tributo a los cortometrajes humorísticos del mismo nombre que a partir de 1922 produjo Hal Roch con gags generados por Frank Capra. Uno de los siete personajes de la pandilla protagónica –que incluye un perro- es el negrito Farina, que por cierto era interpretado por una niña, y del que es indudable remedo fisonómico nuestro Memín.
Pero ahí terminan las semejanzas, porque el ánimo de Farina y sus compañeros de Our Gang es alborotador e iconoclasta como el del guionista Capra, mientras que Memín y sus amigos son modositos y bien portados. Actitud consecuente con el talante melodramático y sensiblero de la extensa obra historietil de Yolanda Vargas, y que conecta a Memo el pingo con Toño el negro, personaje de la melcochosa película Madre querida, realizada en 1935 por el inefable Juan Orol.
Todo corazón, Memín no es para nada un minusválido. Su representación gráfica, que en la primera época de la serie corre por cuenta de Alberto Cabrera y después de Sixto Valencia, prolonga el estereotipo de la negritud pero también le debe algo al look simpático y carácter aguerrido que el comiquero Will Eisner le dio a Ebony White, el pequeño ayudante del detective enmascarado de la serie The Spirit.
En cuanto al guión, la intensidad de los sentimientos materno-filiales atribuida a los negros nos llega posiblemente de Cuba por medio de los culebrones radiofónicos y folletinescos de Félix B. Caignet, y sobre todo de la exitosísima radionovela El derecho de nacer, que se difundió primero en la XEX interpretada por Dolores del Río, y más tarde por la XEW, con Eusebia Conde. Y es que el rebosante amor que une a Memo con su madre Eufrosina –“ma´linda”- no es dolido y lloroso, como otros, sino gozosamente edípico. “Es que así de fajosos son los negros…”, habrán pensado los lectores.
“En Memín Pingüín hay mucho de mí –decía Yolanda Vargas- La adoración que Memín tiene porEufrosina yo la tuve por mi madre”. Y aquí comenzamos a encontrar un elemento identitario. Porque para un pueblo siempre a la intemperie, como ha sido el mexicano, la familia y en su centro la madre es ancla que protege del vendaval. Tonantzin, Guadalupe, Eufrosina… el refugio último, el tibio abrazo que nos regresa al origen.
Nada peor para un mexicano que no tener madre… o que tener poca. Pero si algo tiene Memín es mucha madre. Y esto lo compensa de ser feo, prieto, torpe y pobre; lo compensa de ser una criatura desvalida como en el fondo somos todos.
¿Memín racista? No sean estúpidos. La cosa es exactamente al revés. Que el personaje de la historieta sea negro importa, claro, pero porque los símbolos que apelan a nuestras pulsiones más profundas tienen que ser morenos. Por eso la señora del Tepeyac tiene más rating que la descolorida Virgen de los Remedios. Por eso a casi 70 años de su primera aparición –no impresa en la tilma de Juan Diego sino en las páginas del Pepín- la de Memo y ma´linda es la única historieta mexicana que se sigue reeditando.

Para quien este interesado en leer el artículo entero:
http://www.jornada.unam.mx/2014/10/18/cam-poeta.html

Oggi, leggendo il giornale La Jornada, ho trovato un articolo sulla popolazione afromessicana, una parte di questo articolo parla di Memín Pinguín, noto personaggio di un fumetto messicano, subito mi è venuto in mente quel pomeriggio a Puebla:

L’estate scorsa, a luglio, al mio arrivo in Messico, sono stata alcuni giorni in vacanza in Cuernavaca e Puebla, insieme alle mie sorelle Lauris e Natalia e alla mia figlia Laura.
Un pomeriggio a Puebla dopo avere girovagato nel bellissimo centro storico, ed avere mangiato il mole poblano e deliziosi chiles en nogada, ci siamo sedute a riposare in una panca nel Barrio del Artista (quartiere degli artisti).
Questa stradina chiusa al traffico è un oasi pieno di fascino, ospita piccole botteghe di pittori e scultori, alcuni veramente eccezionali. Mentre eravamo lì, a godere del ottimo clima poblano e del ambiente boemo, si avvicinò un uomo con un burattino che ripresentava  Memín Pinguín, ci offrì di vedere ballare e cantare al negrito del fumetto di Yolanda Vargas Dulché. Questo burattino cantava solo canzoni di Juan Gabriel (cantautore messicano), ci ha fatto tanto divertire e soprattutto ci ha portato a ricordare la nostra infanzia, quando allora ogni settimana leggevamo il fumetto con l’avventure di Memín Pinguín e della sua amatissima mamma Eufrosina, tanto amata non ostante che lo punissi sempre per le sue marachelle con sculacciate di “tabla con clavo” (asse con chiodo).
Qui vi allego parte dell’articolo de La Jornada, proprio un “coppia e incolla” ( mi scuso con i lettori italiani per la no traduzione del testo), ed alcune foto del burattino nero di Puebla, queste foto sono cortesia della mia sorella Natalia.  




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