sabato 15 novembre 2014

Carta a papá - Lettera a papà



Querido papá:

Hoy, 15 de noviembre del 2014, cumplirías 90 años, pero te fuiste a los 61: pronto, demasiado pronto. No obstante hayan pasado 29 años desde entonces, no nos hemos acostumbrado a tu ausencia. No hay día de nuestras vidas en que tu imagen no se nos aparezca, no hay día que por algún motivo no nos preguntemos: “cómo nos hubieras dicho qué hacer?”, “qué consejos nos hubieras dado?”. Sin embargo, gracias a tus sólidos enseñamientos de hombre honesto y altruista, y a la bendita presencia de mamá, tu Laurita, como amorosamente la llamabas, hemos salido adelante.

Nos hemos tropezado mil y cien mil veces en el camino de la vida, pero las raíces de lo que sembraste han sido más fuertes que los golpes recibidos. Por ejemplo, yo fuí “la oveja negra” de la familia en mi juventud y te dí muchos dolores de cabeza, pero nunca me cerraste la casa y siempre me acogiste con amor. Ahora, así somos entre nosotras, solidarias, y tratamos de ayudarnos como podemos, tal como nos enseñaron tú y mamá.

Todas tenemos mil recuerdos y anécdotas de nuestras vidas, cuando estabas presente. A veces, en las tardes de verano, cuando pasamos mucho tiempo juntas, te apareces en nuestras conversaciones. Puedo decirte que recordamos divertidas los viajes que hacíamos todos, por vacaciones, o sólo para ir a la frontera para surtirnos de ropa y juguetes; de la gran paciencia que nos tenías, menos en esa ocasión en que te hicimos perder los estribos durante un viaje de regreso de Brownsville, porque jugando a la “solterona” en los asientos traseros del coche, echábamos pleito y discutíamos calurosamente: después de varias horas de confusión, nos pediste las barajas, abriste la ventanilla y las tiraste en el aire, así, sin decir una nada, porque eras hombre de pocas palabras, más bien, silencioso. También recordamos las ocasiones en que se ponchaban las llantas y, no obstante el calor y el sol sobre tu cabeza, te ponías a  cambiarlas diligentemente. Creo que el recuerdo de los viajes es el que más frecuentemente aparece en nuestras conversaciones porque era el período en el que de alguna manera, estábamos obligados a convivir más horas dentro de una vida cotidiana alterada, así, esas evocaciones han quedado impresas en nosotras como algo imborrable.

Algunos de tus nietos, los que tuvieron la fortuna de conocerte, te recuerdan con infinito cariño y recuerdan con alegría los viajes y las experiencias que lograron hacer junto a tí. Los menos afortunados, sienten como si te hubieran conocido mediante las muchas cosas que les hemos platicado. Laura, por ejemplo, fue concebida con toda conciencia después de tu partida...Fue la búsqueda del amor en una nueva vida para llenar tu ausencia.

En febrero de 1986, un mes preciso al cabo de tu muerte, me escribió Goyo para decirme que sólo a través de la unión de la familia, encontraríamos consuelo para contrarrestar el dolor y la nostalgia. Así ha sido, en parte, aunque también me decía que, inevitablemente, una parte de nuestras vidas se iría con tu ausencia.

Te aseguro, querido papá, que en cada una de nosotras hay algo de ti: dicen que mis ojos y mis silencios reflejan los tuyos, veo tu honestidad en la manera de ser clara y precisa de Lauris, veo en la popularidad de Marcela el amor que la gente sentía por tí, veo en el empeño social de Natalia tu generosidad, veo en la sencillez de ánimo de Charo tu fortaleza interior.

Todas nosotras, tus cinco hijas, tus nietos, nietas, bisnietos, yernos, juntos con tu amada Laurita (nuestra mamá), te queremos recordar en este día con amor y darte las gracias por el sinfín de experiencias bondadosas que nos haz dejado.

Y, como era tradición en tus cumpleaños, cuando te llevaban serenata los amigos, los compañeros y trabajadores de la Coca-Cola y todos juntos desayunaban en la casa; así, ahora en tu ausencia, cada uno de nosotros, en la intimidad de nuestros corazones, en nuestras casas y en las diferentes partes del mundo donde vivimos, hoy 15 de noviembre pensaremos a tí al alba y, como en un coro, te diremos:

“Felíz cumpleaños papá, te queremos mucho”.


                                                                                                                         
  


Nota adjuntiva al imenso abanico de recuerdos de papá:

Frijoles negros de olla




No puedo dejar en el tintero un pequeño recuerdo sobre sus gustos de papá para comer. El era un gran conocedor de la gastronomía mundial, sobretodo de la mexicana: para él los frijoles eran un alimento indispensable, de preferencia los negros, caviar de la cocina nacional. Esto hacía torcer la naríz a algunas personas que consideraban ese platillo demasiado “de pobres”, ignorantes de que los frijoles (de origen americano) son un alimento noble e indispensable para la buena alimentación en todo el mundo.


Cuando era niña, me sorprendía mucho ver a papá agregando un chorrito de aceite de oliva a los frijoles recién salidos de la olla. Se trataba del aceite Ybarra, (el único que se encontraba en la estantería de los supermercados). Ante mis ojos infantiles, eso de ponerle aceite de oliva a los frijoles se me hacía una cosa muy excéntrica: tuvieron que pasar muchos años para darme cuenta de que no era una excentridad de papá sino algo de sentido común. Al llegar a Italia comprobé que, si queremos comer como se debe un  buen plato de frijoles, se acostumbra agregarles aceite de oliva (sean blancos o bayos).   





versione in italiano

Caro papà:

Oggi, 15 novembre del 2014, compiresti 90 anni, ma te ne sei andato a 61: presto, troppo presto. Nonostante siano passati 29 anni da allora, non ci siamo abituati alla tua assenza. Non c’è un giorno delle nostre vite in cui la tua immagine non ci appaia, non c’è un giorno in cui non ci sia un motivo per domandarci: “come ci avresti detto che fare?”, “che consiglio ci avresti dato?”. Tuttavia, grazie ai tuoi solidi insegnamenti d’uomo onesto e altruista, e alla benedetta presenza della mamma, la tua Laurita, come amorosamente la chiamavi, siamo riuscite ad andare avanti.

Siamo inciampate mille e altre centomila volte sul sentiero della vita, ma le radici di quello che hai seminato sono state più forti dei colpi ricevuti. Per esempio, io sono stata “la pecora nera” della famiglia nella mia gioventù e ti ho dato tanti mal di testa, pero non mi hai mai chiuso la porta di casa e mi hai accolta sempre con amore. Ora, siamo così fra di noi, solidali, e cerchiamo di aiutarci a vicenda, così come ci avete insegnato te e la mamma.

Tutte abbiamo tanti ricordi e storie delle nostre vite insieme a te. A volte, nelle sere d’estate, quando passiamo più tempo tutte insieme, appari nelle nostre conversazioni. Posso dirti che ricordiamo divertite i nostri viaggi in famiglia, per le vacanze o solo per andare alla frontiera a comprare vestiti e giocattoli; della grande pazienza che avevi con noi, tranne in quella occasione in cui perdesti le staffe durante un viaggio di ritorno da Brownsville, perché giocando alla “solterona” nei sedili posteriori della macchina, litigavamo e discutevamo accalorate: dopo qualche ora di questo andazzo, ci chiedesti le carte, apristi il finestrino e le buttasti all’aria, così, senza dire niente, perché questo sì, eri un uomo di poche parole, direi silenzioso. Ricordiamo anche le occasioni in cui scoppiavano i pneumatici della macchina e, nonostante il caldo torrido e il sole che picchiava sulla tua testa, scendevi a sostituirle diligentemente. Credo che i ricordi dei viaggi sono quelli che appaiono con più frequenza nelle nostre conversazioni perché erano le occasioni in convivevamo più a lungo. Così, quelle evocazioni sono rimaste impresse in noi come qualcosa di incancellabile.

Alcuni dei tuoi nipoti, quelli fortunati che ti hanno conosciuto, ti ricordano con infinito amore e ricordano con allegria i viaggi e l’esperienze che riuscirono a fare insieme a te. Quelli meno fortunati sentono come se ti avessero conosciuto attraverso le tante cose che gli abbiamo raccontato. Laura, per esempio, fu voluta e concepita proprio dopo la tua partenza… Fu la ricerca dell’amore in una nuova vita per riempire la tua assenza.

Nel febbraio del 1986, un mese preciso dopo la tua morte, mi scrisse Goyo per dirmi che solo attraverso l’unione familiare avremmo trovato conforto per contrastare il dolore e la nostalgia. Così è stato, in parte, sebbene mi diceva che, inevitabilmente, una parte delle nostre vite sarebbe andata via insieme a te.

Ti assicuro, caro papà, che in ognuna di noi c’è qualcosa di te: dicono che i miei occhi e i miei silenzi riflettono i tuoi, vedo la tua onestà nella maniera chiara e precisa di Lauris, vedo nella popolarità di Marcela l'amore che la gente provava per te, vedo nell’impegno sociale di Natalia la tua generosità, vedo nella semplicità d’animo di Charo la tua forza interiore.

Tutte noi, le tue cinque figlie, i tuoi nipoti, bisnipoti, generi, insieme alla tua amata Laurita (nostra mamma), ti vogliamo ricordare in questo giorno con amore e ringraziarti per l’infinità d’esperienze belle che ci hai lasciato.

E, come era tradizione nei tuoi compleanni, quando gli amici, compagni e lavoratori della Coca-Cola,  ti svegliavano con una serenata e tutti insieme facevano colazione a casa nostra, così, ora nella tua assenza, ognuno di noi, nell'intimità dei nostri cuori, nelle nostre case e nei diversi posti del mondo dove abitiamo, oggi 15 di novembre penseremo a te all’alba e, come in un coro, ti diremo:

“Buon compleanno papà, ti vogliamo tanto bene”.



Nota aggiuntiva dall’immenso ventaglio dei ricordi di papà:

Fagioli neri dalla pentola



Non posso lasciare nel calamaio un piccolo ricordo sui gusti di papà nel mangiare. Lui era un gran conoscitore della gastronomia mondiale, soprattutto della messicana: per lui i fagioli erano un alimento indispensabile, di preferenza quelli neri, il caviale della cucina nazionale. Questo faceva storcere un po’ il naso ad alcune persone che consideravano questo piatto troppo “da poveri”, ignoranti che i fagioli (d’origine americana) sono un alimento nobile e indispensabile per la buona alimentazione in tutto il mondo.

Quando ero bambina, mi sorprendeva molto vedere papà che aggiungeva un filo d’olio d’oliva ai fagioli appena cotti nella pentola. Allora si usava l’olio d’oliva Ybarra, (era l’unico che si trovava negli scaffali dei supermercati). Ai miei occhi infantili, questo di mettere olio d’oliva ai fagioli mi sembrava qualcosa di molto eccentrico: sono dovuti passare molti anni prima che mi rendessi conto che non era una eccentrità di papà bensì  solo buon gusto. Al mio arrivo in Italia comprovai che, se vogliamo mangiare un buon piatto di fagioli, è imprescindibile aggiungere olio d’oliva.   





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